martes, 3 de enero de 2012

De los pays.

Supón que a tí te gusta el pay de queso y es tu favorito y siempre andas en la búsqueda del mejor. Se te presenta uno y lo pruebas y si te gusta, regresas por más y así. Hasta que un día, encuentras el que más te ha gustado y aprendes la receta o consigues tenerlo siempre en tu casa. Y eres feliz con tu pay de queso.

Pero a veces, te aburres. Y se te antoja uno de manzana o piña o nueces. O hay cierto pay de cerezas que es buenísimo y siempre regresas por él. Pero el de queso siempre será el número uno.

Algo así me imagino la fidelidad y el amor en algunas parejas.
Hace tiempo te escribí algo que no leíste y seguramente no leerás y era que yo cumplo mis promesas (la mayoría, pues!). Prometí no volver a molestarte. Y escondí enojos, llantos, desesperanza, "Tristes Recuerdos" y unas ganas inmensas de buscarte, pero yo prometí no volver a molestarte... así como también prometí, junto contigo, amarte "para siempre", mientras tomabas mi mano antes de irte.

Pero te molesté. Puedo poner como pretexto que tú empezaste, pero a final de cuentas debo hacerme responsable de mis actos. Tú empezaste pero yo seguí. Y te molesté y con eso rompí mi promesa al igual que la otra. (aunque no sé cuál fue primero).

Supongo que uno tiene que pasar por momentos muy oscuros y ensuciarse y convertirse en eso que jamás quizo para poder aprender de las cosas buenas que se pierden. Aunque rompa promesas. Y sí, una de ellas fue bastante agradable de no cumplir.