jueves, 24 de abril de 2014

Ardores.

Como adicta contando los días.
Con síndrome de abstinencia.
Felicitándome por cada victoria.
Diciéndome que no recaiga.
Y tú como dealer que ya no me surtirá.

Estúpida inercia.
Estúpido y delicioso caos.
Estúpidas hormonas y estúpidas ganas.
Estúpido tú, estúpida yo.
No. Estúpido sólo tú.

Esperaba más de tí. ¿No que muy inteligente?
ah. Siempre lo supiste.
Te pasaste y te pasaste de pendeja.
Y ahora guarda tus lágrimas para quién todavía tenga paciencia.
Y ahora, cállate pinche espejo y déjame salir a la vida.

Dramitas. Y no estás a gusto sin ellos.
Sin llenadera. Y nomás haces más grande el hoyo.
¿No podías buscar adrenalina en otro lado?
Dices ya no, pero no te quitas.
No aprendes. Y buscas y repites.
Yo ya no juego. Yo aquí me bajo.
Tú cráneo me queda chico y tu corazón, grande.
Y así andas por la vida. Toda al revés.

Bendiciones y luz.
Buenas vibras y los mejores deseos
para que el karma no me chingue.
Que Dios te bendiga y que de mí no se olvide.
Que te vaya como te tenga que ir y que a mí me vaya bien.
Que chingues a tu madre como me chingaste a mí.

¿Yo qué, pinche puta?
Si yo ni te hablo, yo ni te veo, yo ni te oigo.
¿A qué chingados vienes?
Aprende a coger. Eso deberías hacer.
Aprende a coger y a dejar de chingar.
Porque, mira:
Yo no vo’aprender a maullar.