domingo, 4 de agosto de 2013

19 litros.

Pocas cosas tan relevantes como tener qué cargar un garrafón con agua.

Siendo mujer, claro. Me explico:

En los lugares en donde se nos ha enseñado que el agua "de la llave" no es del todo adecuada para el consumo humano por ser probable vía de diseminación de enfermedades o que tiene mucho cloro para desinfectarla, o que tiene muchísimas sales y nuestros riñones sufrirían las consecuencias (por eso mejor tomamos Coca-Cola...duh), se tiene que comprar agua embotellada, siendo los garrafones de 19 litros los más comunes en las casas porque son más baratos (claro que el que le venden a uno el litro de agua a más de un peso pues... bueno! pero no era eso de lo que quería hablar). La responsabilidad de llevar el garrafón lleno del carro o de la puerta de la casa, o de la reserva de garrafones al sitio en donde va, casi siempre recae en el más fuerte de la casa. Casi siempre un hombre. El "pater familias", un hermano, un sobrino, el roomie más fuerte, o un novio. No es que las mujeres no podamos, simplemente es más fácil para ellos.No me pienso meter en la asignación de roles y blah, pero aceptémoslo... ellos batallan menos a pesar de que repelen y pujen y se pongan rojos y luego respiren agitadamente con los brazos "en jarras" (amo la expresión) como todos unos machos alfa.

Nosotras también lo hacemos, incluso en tacones, pero esto no lo recomiendo ni tantito. Es preferible ir a cambiarse de zapatos antes que meter el garrafón caminando peor que Bambi recién nacido, pero bueno, como me ha pasado mucho en este escrito, me desvío del tema. Retomando: una solita puede hacer eso y si es algo que antes habían hecho siempre por nosotras el hacerlo puede ser liberador. Como la ñora de la oficina que les dicen "a ver quítense" con cara de fastidio a los señoritos que discuten por quién va ahora a poner el agua en su lugar para luego verlos como diciendo "ya ven, inútiles?" o la mujer que por fin se libero de su nefasta pareja y ve que no se muere de sed por no tenerlo con ella y ese vaso de agua es una recompensa a su valor. O el grupo de chavas que consiguieron un carrito para mover dos cuadras su garrafón y llevarlo sin tener qué andar pidiendo favores.

También está la otra cara de la moneda. Como el de la que va a ser madre soltera y está sola y no puede cargar cosas pesadas y tiene qué hablarle al vecino ese al que jamás antes le había hablado o comprar botellitas. O la que llega cansadísima y se da cuenta que no tiene ni un vaso de agua porque si ella no hace las cosas, nadie más las hará. O la que por fin se armó de valor y dejó a su pareja sólo para darse cuenta que lo que sigue será muy difícil, empezando por ese bulto que tiene qué subir al mostrador de la cocina. Es cuando lo que más pesa no son esos 19 L de agua... es la soledad de no tener alguien en quién apoyarse.

Y ejemplos como ese hay muchos: Cambiar un enchufe, destapar una coladera, cambiar una llanta y cada caso es una oportunidad de crecer o un recordatorio de que no cuentas con nadie. Uno decide si se asfixia con eso o aprende que la secadora de cabello es excelente para avivar el carbón cuando se hace una carne asada.

2 comentarios:

  1. Goe ayer debiste vernos subiendo el garrafón al dispensador de agua. Fue toda una labor en equipo. Pero si reconozco q sin ardilla y las niñas, mi vida sería terrible...la soledad es muy cabrona si no sabes manejarla.

    ResponderEliminar
  2. Goe, Mai y yo estamos a nada de hervir agua, aunque sepa como la de Tajín, a petróleo. La falta de hombres sabe a agua con toque de petróleo. Ardillita.

    ResponderEliminar